Por separado no lo conseguiremos

Hace ya 50 años, el famoso informe The Limits to Growth* alertaba del previsible colapso de la sociedad industrial. Eran los primeros 70, una década que nacía augurando una nueva era de concienciación. Aunque poco conocido por el gran público, no se trataba de un tema nuevo; a lo largo del siglo XX se alzaron numerosas voces y estudios que alertaban sobre los peligros del sistema económico y social dominante. Un régimen que, de seguir la senda del crecimiento que prometía, ponía en jaque la biodiversidad del planeta y con ello la propia supervivencia de la especie humana.

Y así seguimos. La sociedad ha crecido exponencialmente durante los últimos 200 años, satisfaciendo sus necesidades en base al agotamiento y destrucción de todo lo vivo. Excusada en logros cuestionables y en insuficientes medidas de control, esta ideología antropocéntrica de apropiación y explotación del planeta ha ido afianzándose, sin reparar en costes sociales y medioambientales, mediante el productivismo y el extractivismo de materias primas, en particular los combustibles fósiles, siempre en pos del mantra del crecimiento económico.

Es por eso que llegados a estos tiempos de crisis climática, una nebulosa de conceptos entrelazados tratan de definir lo que estamos viviendo, entre ellos ‘Neoliberalismo’, ‘Globalización’, ‘Antropoceno’ o ‘Capitaloceno’, habida cuenta de que es un reducido número de personas (1%) quienes controlan los medios de producción y deciden cómo/para qué/cuando se ha de usar la energía. Es la coacción forzada del trabajo (tanto humano como no humano), subordinada al imperativo del beneficio a cualquier precio (la acumulación ilimitada de capital), lo que provoca la ruptura del equilibrio del ecosistema planetario. Todas las acepciones confluyen en una: la cruda realidad de encontrarnos en un callejón casi sin salida para el presente y futuro de nuestro planeta y de nuestra especie.

El impulso de las energías fósiles ha permitido hazañas inimaginables hace tan solo dos siglos. No obstante, a la actual certeza de los destrozos incurridos en materia de impacto ambiental y biodiversidad, así como de justicia e igualdad social, se suma el conocimiento del agotamiento de los recursos naturales que sustentan nuestro modo de vida. Sabemos que el sistema es insostenible a todos los niveles y que no podrá seguir creciendo por mucho más tiempo, provocando un caos climático con unos devastadores efectos que apenas hemos empezado a notar.

Nos adentramos pues en una era en extremo difícil, pero en la que aún tenemos alternativas y caminos por explorar, todos ellos reivindicados desde hace años. Urge por tanto visibilizar e incrementar colectivamente el debate público en torno a visiones no-crecentistas del mundo, posibles e ilusionantes, que hagan posible la aparición de estructuras y espacios alternativos a las diferentes formas de explotación que crecen en la actualidad. Sin paternalismos, con una mirada plural y diversa, sin olvidar la inmensa deuda que el Norte tiene con el Sur por los destrozos incurridos. Conscientes del protagonismo de ciertas clases sociales y modos de vida en la contribución al problema. Se trata, en suma, de alejarnos lo más urgentemente posible del imaginario dominante, que es el que puede conducirnos hacia el colapso.

Es también la hora de recordar que la Ayuda Mutua es una vieja amiga de la Humanidad, una de sus más bellas expresiones. Ella ha sido siempre el puntal sobre el que hemos sido capaces de superar todas las crisis que hemos afrontado a lo largo de la Historia. Ahora, como entonces, será clave para afrontar el reto que tenemos por delante.

*Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jørgen Randers, William W. Behrens III, 1972. Traducido como Los Límites del Crecimiento.